Exposición: Sicarios.
Lugar: Galería AranaPoveda. Madrid.
Del 2 de junio hasta el 27 de julio de 2011
Por Julio González
La Galería AranaPoveda de Madrid, dentro del Festival PhotoEspaña 2011, ofrece la exposición Sicarios de Javier Arcenillas (Madrid, 1973), un proyecto de corte periodístico compuesto por fotografía que también incluye vídeo e instalación. Sicarios refleja el duro y sórdido ambiente del barrio de la Verbena en Santiago de Guatemala, donde viven y trabajan asesinos a sueldo.
Arcenillas trabaja para la agencia Cover desde el año 2003 coordinando su escuela de reporteros, ejerce el fotodocumentalismo desde hace más de tres lustros y en los últimos años ha realizado diferentes proyectos que abarcan todo tipo de realidades como, por ejemplo, su trabajo con Médicos del Mundo sobre las ciudades vertedero en Centroamérica, el tráfico de marihuana en Jamaica, su trabajo Territorios centrado en Latinoamérica, el ensayo fotográfico Kingdom Charity acerca de la caridad en la India, Gladiadores acerca de la Escuela Olímpica de Boxeo en la Habana, ShipBreakers sobre los rompedores de Barcos en Asia o Weapon Social Club sobre el amor a las armas de la sociedad americana.
A pesar de su juventud, cuenta ya con una centena de premios entre los que destacan el Euro Press de Fujifilm, KODAK Joung Photographer, Arts Press Award, European Social Fund Grant, INJUVE, o FotoPress. Ha publicado libros como City Hope que engloba cinco años de su trabajo, Revolución, retratos de sociedad sobre su actividad en revistas o Welcome, derivado de la situación del campamento de refugiados Rohingya de Myanmar a favor de Médicos sin Fronteras. Con Sicarios, su último proyecto fotográfico, ha ganado el premio I SONY World Photography, seleccionado entre más de 56.000 proyectos presentados en todo el mundo y el premio Fotoevidence que incluye una exposición en la ciudad de Nueva York. Actualmente combina su labor en distintos proyectos audiovisuales y de carácter diplomático.
La muestra presenta un proyecto multidisciplinar a través de fotografías (enmarcadas, digitalizadas, retroiluminadas), de un vídeo, de periódicos que reflejan los asesinatos acontecidos durante su estancia en el país y de una instalación que simula el crimen de una persona silueteada en el suelo, rodeada de casquillos de bala.
En este interesante y duro trabajo de alta calidad fotográfica y valiente desarrollo destacan, ante todo, las impactantes imágenes de los sicarios junto con las de sus víctimas. Con estas, conviven las que plasman el ambiente pesado y turbio de los barrios bajos de la ciudad de Santiago de Guatemala, así como las intervenciones de la policía y las que reflejan la vida en los lugares de los crímenes.
El proyecto viene desarrollado desde tres puntos de vista distintos, que son: el de los sicarios, el de los periodistas y el de la policía guatemalteca. Arcenillas acompañó a cada uno de estos grupos para poder ofrecer una visión completa y fidedigna de los sucesos. Aunque Photoespaña arriesga acogiendo proyectos tan crudos como Sicarios, se echa en falta en las programaciones de otras galerías e importantes instituciones culturales un mayor número de exposiciones de este tipo, ofreciendo al público verdades a cambio del ticket de entrada.
Latinoamérica presenta unas cuentas demoledoras en relación a los asesinatos producidos por sicarios a sueldo (21.000 al año), siendo esta profesión una de las más demandadas y respetadas entre los jóvenes guatemaltecos. No sólo en Guatemala, también en El Salvador, México u Honduras, muchos menores de edad, seducidos por el dinero rápido, el temor y el respeto que proporcionan el silbido de la muerte, se convierten en protagonistas de los crímenes que se cotizan entre quince y decenas de miles de euros.
Los ajustes de cuentas, el narcotráfico, la inmigración o las drogas son la base de estas muertes, de la aparición alevosa y nocturna de las pistolas o del paseo de las balas a medianoche. Pulsar el gatillo compensa, resulta fácil, rápido, oneroso y es la vía fácil de escape de muchos jóvenes atrapados en su propia ceguera, como un viaje en la noche por un camino sin fin plagado de minas.
Arcenillas contactó en primer lugar con los periodistas guatemaltecos, a través de los cuales consiguió comunicarse con uno de los jefes de los sicarios que finalmente posibilitó el reportaje. Al poco tiempo rehusó ponerse el chaleco antibalas por el hecho de observar la inutilidad de su uso ante la realidad en la que se hallaba inmerso. Se llegó al acuerdo de que no se mataría a nadie mientras realizara el trabajo, aunque esto no llegó a cumplirse en algunas ocasiones e hizo que la única opción en determinados momentos fuera salir corriendo. Pasó miedo. A día de hoy, asegura, la mayoría de los fotografiados están muertos.
Este escenario es el mismo que puede verse retratado diariamente en todos los telediarios de sobremesa mientras que el mando a distancia permite borrar, a gusto del consumidor, las situaciones que evitan realizar una buena y saludable digestión.
El testimonio presentado por Arcenillas es directo, conmovedor y sin concesiones para el visitante, el cual o demuestra un verdadero interés por este viaje al inframundo guatemalteco o sale despedido rápidamente de la sala como la huída elíptica de una pelota de béisbol buscando a toda costa el home run fuera del estadio.
Al igual que ocurre en Santiago de Guatemala, la exposición se transforma en el arma homicida mientras que las fotografías son las balas que Arcenillas incrusta en el pecho de los visitantes, dándoles cuenta del pulso de las calles y de la existencia de dramáticos problemas y desigualdades sociales.
Quien quiera ver una buena muestra fotográfica que refleja la crudeza, la verdad y la descarnada realidad del mundo en que vivimos, no puede permitirse perderse esta exposición.
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